Bodas de sangre. Ha sido esta obra de Federico García Lorca, versionada por Pablo Messiez y dirigida por Ernesto Caballero (CDN), la que me ha arrastrado al Teatro María Guerrero por primera vez. Y no será la última.
Antes de comentar esta pieza, me gustaría explicarte lo que sentí al adentrarme en este hermoso edificio. Cuando me dieron una entrada para la segunda planta, pensé que el escenario estaría demasiado alejado y que no disfrutaría tanto de la representación. Nada más lejos de la verdad. Subí por las mullidas escaleras hasta que me indicaron la entrada de mi palco. Allí me dijeron que podía apoyarme en la barandilla para ver mejor y así lo hice.
Las cortinas del palco se cerraron tras de mí. Todavía quedaban unos minutos para que empezara la obra, de forma que me entretuve observando lo que me rodeaba. El escenario blanco e inmenso, el movimiento de la gente, los haces de los focos atravesando el espacio, la tapicería roja rematada en oro que lo cubría todo…Hasta que se me ocurrió mirar hacia arriba y encontré un bello mosaico, compuesto de figuras geométricas coloreadas con tonos pasteles y metalizados.
No conseguí apartar la vista hasta que noté cómo se apaciguaba el murmullo de los espectadores más rezagados. Entonces, uno de los personajes empezó a deambular por el escenario, haciéndolo suyo y preparándose para realizar toda una declaración de intenciones. Ese ser alegórico nos dijo que la obra no buscaba entretenernos, sino conmover las más profundas de nuestras emociones.
Expectante, apoyé uno de mis codos sobre la parte inferior de la barandilla, acolchada y cálida, y rodeé, con la mano que quedaba libre, la fría barra superior. Con esa sensación, acogedora a la vez que estimulante, afronté la ficción que desfilaba ante mis ojos. Una creación teatral y poética que se vistió de contemporaneidad sin renunciar a la esencia del texto lorquiano.
Los sencillos decorados te transportaban de la casa de un personaje a la de otros con gran efectividad; aunque en el momento de máxima tensión de la obra la normalidad se hizo a un lado para dejar paso a un decorado fantasmal: un bosque bañado de luna donde los personajes se mezclan, se persiguen y se encuentran para sucumbir a su terrible destino.
En esta intrincada trama, dos personajes relucen con especial intensidad, gracias a las grandes actrices que los encarnan. Se trata de la madre del novio, interpretada por Gloria Muñoz, y la prima de la novia, por Guadalupe Álvarez Luchía, que con su dulce canto y su viva interpretación genera momentos muy emotivos.
Si no has leído la obra de Lorca, espero no haberte desvelado demasiados detalles. De todos modos, te recomiendo que la leas antes de ver la versión actual para poder compararlas y tener una experiencia más enriquecedora.
Gracias por recorrer estas líneas, estaré encantada de leer tus comentarios.